¿Cuándo iniciar una psicoterapia?

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No importa lo que la historia ha hecho con el hombre, sino lo que el hombre hace con lo que la historia ha hecho de él”. 
Jean-Paul Sartre


Detrás de toda consulta existe un malestar frente al más de lo mismo. Una psicoterapia es una puerta abierta a un posible cambio vital, es emprender un camino hacia el saber sobre aquello que aqueja, molesta, angustia o paraliza.

En muchas ocasiones, la posibilidad de cambio nos atemoriza, nos hace retroceder y preferimos quedarnos tal cual, con la esperanza de que el tiempo acomode el curso de nuestra vida, eludiendo la responsabilidad por nuestro malestar.

Mudarse a otra ciudad, comenzar una carrera, dedicarse a lo que a uno le gusta, abandonar una pareja, formar una familia son algunas situaciones críticas en donde el sujeto decide avanzar o no transformar nada de su vida ante la inminencia de los cambios vitales.

El decidir por un cambio implica avanzar, a pesar de los temores, las incertidumbres e incluso el dolor que puede traer aparejado esa transformación en la vida de un sujeto. Si decide seguir tal cual como si nada pasara, el sujeto se aferra a lo viejo conocido. La forma de relacionarnos con los cambios, en general, depende de nuestra capacidad para elaborar las pérdidas que los preceden.

En algunos sujetos los cambios son situaciones que representan auténticas catástrofes que prefieren evitar a cualquier precio. Suelen decir: “Aquí no ha pasado nada”, “es el destino”, “no quiero pensar en ello”, “es imposible que cambie”. La negación, la pasividad, la huida y la distorsión de la realidad son algunos de los mecanismos psíquicos que se ponen en juego ante un cambio.

Un cambio implica jugársela, apostar por su propio deseo. Pero para ello es necesario un cambio en la posición como sujeto: pasar de ser pasajero a capitán, dejar de contemplar cómo opera el destino sobre cada uno y convertirse en creador del mismo. Sin embargo, ante el interés por cambiar aparece el disfraz de la impotencia: “no tengo agallas” o “no podré hacerlo”. Este disfraz permite conservar la comodidad de permanecer en el mismo lugar de siempre y no asumir la ruptura de la ilusión de que tenemos una vida “ya hecha”. No podemos dejar de lado una cuestión fundamental para el ser humano: la vida está compuesta por una sucesión de cambios de distinto tenor y la paradoja de la existencia está en “saber perder” para ganar.

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