En los tiempos que corren la angustia circula como una moneda de cambio. La hallamos en forma de ansiedad (ante un examen, una entrevista de trabajo o un viaje), con la cara del estrés (laboral, personal y familiar) y bajo la forma de fobias y/o pánico (temor a salir a la calle, estar en lugares abiertos o cerrados). Estos y otros nombres son los que puede adoptar la angustia.
La angustia, se manifieste como sea, es uno de los principales motivos de consulta, es la señal de alarma que conduce a un sujeto a iniciar una psicoterapia. Quizás como última alternativa; Luego de que la medicación no haya hecho el efecto mágico de hacer desaparecer la angustia, malestar o sufrimiento.
Una de las maneras que tenemos de percibir la angustia, no nos deja indiferentes. Es en las manifestaciones somáticas: sudoración, las palpitaciones o la sensación de ahogo, mareos, etc., donde el sujeto se preocupa. Ante la persistencia de estos síntomas, ante la dificultad de resolverlos, algunos sujetos abren la cuestión hacia lo psíquico.
La angustia es un estado afectivo que tiene un carácter displacentero evidente. Un sujeto angustiado no es un ser emocionado, sino todo lo contrario, está afectado, parece que cargue sobre sus hombros kilos de plomo, sus movimientos y su pensamientos andan lentamente. En la angustia la ilación de pensamiento esta interrumpida, algo quedo interrumpido sin tener noticia de ello, más que por los efectos que pueden aparecer después en el cuerpo. Crisis de ansiedad, ataques de pánico, son formas de presentación de la angustia.
La angustia nos acompaña en infinidad de situaciones: ante un cambio en nuestra vida, cuando damos un paso hacia delante o hacia atrás, cuando emprendemos un proyecto nuevo o cuando nos cuestionamos nuestra relación con nuestros padres o con la pareja, con los compañeros de trabajo o con los amigos. Dependiendo de cada uno en particular, de las cuestiones que nos toquen la angustia aparecerá en un grado mayor o menor. Sin embargo, el ser humano no se lleva muy bien con su presencia y hace todo lo posible para sacársela de encima. Pero claro, hacer algo con la angustia implica un trabajo psíquico. Todo el tiempo que el sujeto intenta huir de una situación de su vida porque hay algo en ella que no soporta. La huida implica no tener que plantearse las cosas y, por lo tanto, no tener que transitar ese camino con angustia. Para no tener que enfrentarse con las problemáticas del amor, del trabajo, de la vida. El sujeto, muchas veces, en vez de transformar su realidad, la niega; pero esto no quiere decir que no le sigan pasando cosas. Por tanto, huir no es una solución, es no aceptar ser humano, no aceptar la mortalidad. La angustia se presenta en el caso como un peligro que el sujeto intenta evitar a cualquier precio.
En la psicoterapia la cura es sin instrucciones, sin indicar ejercicios específicos, el sujeto no tiene que exponerse a esas situaciones angustiantes, sino que a partir de su relato y la escucha del psicoanalista, intentamos poner en juego ese saber que no sabe que posee.
En la psicoterapia la cura es sin instrucciones, sin indicar ejercicios específicos, el sujeto no tiene que exponerse a esas situaciones angustiantes, sino que a partir de su relato y la escucha del psicoanalista, intentamos poner en juego ese saber que no sabe que posee.