‘Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada’.
Ana Karenina de León Tolstói
Introducción
El ser humano no nace enseñado, para aprender se necesita cierta predisposición por parte del niño, y reglas o normas por parte de los padres que faciliten el aprendizaje. Entre estas se encuentran los límites y la disciplina que ayudan a los niños a desarrollar sus aprendizajes y su inserción en el mundo.
Todos empezamos nuestra vida sin conocer normas y tuvimos que aprenderlas para convertirnos en personas autónomas, responsables, miembros de una comunidad.
Habitualmente los padres no permitimos que un niño pequeño toque un enchufe por el daño que le puede ocasionar. Y sin embargo, cuando tenemos que decirle que colaboren en tareas domésticas o que hagan los deberes solos no lo hacemos con la misma intensidad, lo dejamos pasar y sólo nos quejamos porque no hace lo poco que le pedimos.
¿Por qué es importante poner límites?
No poner límites estimula una creencia, en los niños y adolescentes, de que pueden hacer todo aquello que ellos creen que pueden realizar. Esto los expone a situaciones para las que no están preparados, así los padres estimulamos una autonomía anticipada nociva.
El límite es una regulación que se les impone al niño y al adolescente desde el medio que los rodea, sin que medie su opinión ni una negociación. Esta regulación la ejercen los adultos (padres y/o educadores) a partir de la necesidad imperiosa que tiene un niño de ver satisfechas de modo inmediato sus demandas.
Desde el nacimiento y hasta a una edad cercana a los 7-8 años, el psiquismo del niño está representado por una necesidad despótica de satisfacer cualquier tensión, cualquier incomodidad que tenga, cualquier demanda. En el inicio de la vida, las necesidades tienen que ver con la supervivencia, el alimento o el abrigo. Más adelante, tendrán que ver con la demanda de lo social, del consumo… la capacidad que tengan los padres responsables de la crianza para regular esta manifestación impulsiva va a ir confirmando una estructura psíquica interna que permitirá desarrollar un control de los impulsos.
Cuando este control funciona dentro de ciertos parámetros (que no quiere decir perfecto) desde muy pequeño el niño desarrollará paciencia, capacidad de frustración, vergüenza, asco, miedo, etc. Estas cualidades funcionarán para el resto de la vida y le permiten a un sujeto transitar más o menos armónicamente por la vida.
Se trata de ir limitando la impulsividad. Así ocurrirá que algunas acciones del niño no las realizará por sentir miedo y otros por sentir vergüenza. Comienza a aparecer el silencio como cautela frente a cuestiones que es mejor no responder. Es decir, ser cauteloso, prudente, discreto, reservado le permite al niño desplegar recursos frente a situaciones que ponen en peligro su integridad física o psicológica.
Niños y niñas transgresoras, respondonas con sus padres o en la escuela son el resultado de una falta de límites por parte de los adultos responsables del niño.
El niño tiene que tener conciencia de las consecuencias de sus actos es importante porque le permite distinguir lo que está bien hecho de lo que no y esto le permitirá evaluar su acción, si no tiene parámetros no podrá evaluarlo.
La mayor dificultad de los padres es decir que no, de mostrarse ellos mismos como modelos. En la medida que como padres nos ubiquemos como adultos responsables les estamos transmitiendo confianza a los hijos. En cambio, una posición debilitada es un contraejemplo de lo que imponer como norma ante los hijos. En la consulta escuchamos con frecuencia que los padres enfatizan que la mayor responsabilidad de los hijos adolescentes es estudiar y no mirar la tele. Sin embargo, los padres se pasan un montón de horas atrapados por televisión. Cabe la pregunta ¿qué le están transmitiendo los padres con su hacer?.
Es fundamental para el cuidado de los hijos que los adultos no claudiquen en su tarea. Al ponerle limites los padres le transmiten que en la vida todo no se puede y que las cosas tienen un límite, un orden en el que deben ser desarrolladas. Es paradójico, pero para poder primero hay que pasar por el que todo no se puede.
¿Por qué es necesario frenar las conductas impulsivas de los hijos? Para que la personalidad y el carácter se formen en un clima de salud y no de enfermedad. El niño necesita para su crecimiento saludable un adulto responsable que ejerza sobre él una influencia positiva. Prohibir la impulsividad permite que se instale en el niño un estado de frustración sano y saludable. Es necesario frustrar a los niños el logro de una satisfacción inmediata y desmedida, para que aprendan a soportar el displacer con el que tendrán que lidiar; a esperar, a postergarla…
La frustración frena la omnipotencia del niño que lleva a la creencia de poder ser y tener todo lo que quiera.
¿Por qué los padres se angustian a la hora de poner límites?
1- Porque se comparan con otros padres, miran como actúan y creen que si les ponen límites son duros con los niños, no como los padres de fulanito que sí lo deja hacer tal cosa…
2- Otros creen que si les ponen límites los dejarán de querer los niños.
3- O temen que se alejen de ellos, que pierdan la confianza y les deje de contar sus miedos, sus cosas, etc.
Muchas veces la conducta transgresora de los niños tiene que ver con la conducta transgresora de los padres, el niño se identifica con ellos y copian sus acciones.
Las sanciones son eficaces cuando son coherentes con el hecho cometido. Una sanción debe apuntar a que el niño tome conciencia de lo que ha hecho y también debe ir en la dirección de reparar el daño causado.