Una reflexión sobre el deseo humano
‘El yo tolera un deseo mientras sólo existe como fantasía,
oponiéndose decididamente a él en cuento se acerca a su cumplimiento y
amenaza en convertirse en realidad’
Sigmund Freud
¿Qué es lo que quiero? Parece una pregunta sencilla de responder cuando se trata de cuestiones banales de la vida: una persona enumera aquellas cosas que anhela y fácilmente halla su solución. Sin embargo, cuando planteamos la misma pregunta refiriéndonos a cuestiones más significativas para nuestra propia existencia, la respuesta es más compleja: no se trata de una relación simple y lineal en donde una persona quiere algo y lo va a buscar; muchas veces cree que quiere una cosa, y luego, descubre que no la quiere; o cuando la consigue ya no le interesa.
Preguntas tales como ¿qué quiero para mi vida?, ¿es así la relación de pareja que quiero?, ¿Deseo formar familia?, ¿Qué quiero estudiar?…Preguntas que muchas veces producen cierto malestar, cuestiones que no se decantan por un sí o un no, interrogantes que requieren de un trabajo subjetivo importante.
En relación a la realización de deseos, S. Freud descubre que la actitud del sujeto con respecto a sus deseos es particular. En algunas ocasiones rechaza sus propios deseos, en otros los censura o no quiere saber nada de ellos. El comportamiento del sujeto parece objetar el principio de que una realización de deseo debería ser una causa de placer, ya que en muchas ocasiones acontece todo lo contrario, se manifiesta en forma de angustia. Es decir, un sujeto puede querer algo pero le angustia conseguirlo.
El psicoanálisis propone que detrás de aquello que el ser humano desea, existen una serie de condiciones inconscientes que pueden interferir sobre aquello que una persona desea conscientemente. A nivel psíquico se produce una división, como si fuesen dos personalidades diferentes, una que desea una cosa, la otra que no lo acepta. La realización de deseos puede constituir una fuente de placer para una de esas dos personalidades que le hemos atribuido al sujeto y de displacer, para la otra, cuando ambas no están de acuerdo.
Estos condicionantes inconscientes son particulares de cada persona, ponen en juego su historia personal y aquello que el sujeto ha ido construyendo a lo largo de su experiencia vital.
Siguiendo a J. Lacan en sus desarrollos sobre el deseo en el que plantea que el deseo nace del deseo del Otro. En un análisis se trata de adentrarse en la propias particularidades de un sujeto para desentrañar una trama que permanece inconsciente: la relación del sujeto con los otros (padre, madre, hermanos, amigos, etc) para acceder a la singularidad de un sujeto. Estos vínculos son los que pueden llegar a producir sufrimiento en la vida, ¿cuántas veces hemos escuchado que una persona no puede decirle que no a otra porque cree que se enfadará, o lo/a dejará de querer o le hará daño? ¿cuántas ocasiones hemos creído que era mejor no manifestar una idea o una reflexión para que los otros no piensen de uno…(complétalo como prefieras)? Es decir, que cada persona va construyendo en su propio interior un otro que puede ser más duro o más benévolo con el mismo, pero no deja de ser una construcción que le permite a la persona defenderse de su propio deseo. Porque lo que queda silenciado en el propio deseo.
Por esta vía un sujeto puede caer en una vida marcada por el sufrimiento, gastando gran parte de su energía psíquica en realizar aquellas cosas que no ocasionen un supuesto malestar en el otro. Pareciera que es ‘más fácil’ o ‘cómodo’ vivir con este malestar que apostar seriamente por aquello que desea. Es necesario un arduo trabajo en los análisis para acercarse y soportar lo que se quiere, lo que se desea. Tampoco se trata de que en miras de mi propio deseo haga cualquier cosa, sin importar nada de los otros. No hablamos de negar las diferencias con los otros, sino de lidiar con nuestro deseo, soportar de que los demás, también, pueden elegir más allá de uno.
De esta manera la pregunta por el propio deseo abre un camino que no está prefijado, está abierto al azar, no se trata de que en un proceso analítico a modo de receta de vida el sujeto en análisis obtenga las claves para vivir ‘bien’; sino que se trata de que pueda elaborar sus propias claves, particulares y singulares. Entonces, si el camino no está prefijado, las consecuencias tampoco.
En la consulta es común escuchar a pacientes que a la hora de tomar una decisión comienzan a preguntar a las personas más allegadas que harían en su lugar, buscando una respuesta mágica o intentando ahorrarse ellos mismos la pregunta. Ante ¿y tú qué quieres? caen en la cuenta que no se habían dado ni el lugar ni el tiempo para reflexionar sobre ello. El análisis puede ser una vía para reconciliarse con su propio deseo y apostar por ello, que a modo de brújula lo orientará pero sin saber hasta dónde lo llevará.
Dar lugar para asumirse en una posición deseante, acallar las voces de esos otros que supuestamente no quieren lo que queremos, tomar conciencia que lo hemos construido nosotros mismos, son movimientos psíquicos que requieren de un gran coraje y decisión para trabajar por lo que queremos. Camino que no es sin retrocesos. En este punto, Freud nos vuelve a esclarecer el comportamiento humano. Dice: ‘El temor o la angustia es algo por completo opuesto al deseo y los contrarios se encuentran muy próximos unos de otros, e incluso llegan a confundirse en lo inconsciente’. Para algunos son muchos años postergando su deseo, que les cuesta soportar y se dejan caer, nuevamente, por el camino cómodo que no quiere decir menos doloroso. El análisis es un lugar propicio para admitir y actuar acorde al deseo, que no se da de una vez para siempre, sino que implica un trabajo permanente.
Bibliografía:
- Sigmund Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis: 14º conferencia. El cumplimiento de deseo. Amorrortu Editores. 1916-17. Tomo XV.
- Sigmund Freud, Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. Amorrortu Editores. 1914-16. Tomo XIV.