‘Amor y deseo son dos cosas diferentes;
que no todo lo que se ama se desea,
ni todo lo que se desea se ama’.
Miguel de Cervantes
Vamos a considerar cómo los celos pueden incidir en la relación de pareja, siendo la pareja un escenario propicio para que se manifiesten. Los celos nos pueden asombrar y espantar. ¿Quién no ha discutido alguna vez con su pareja porque estaba mirando más de la cuenta a otra mujer u otro hombre? O ¿quién no ha sentido celos de la mejor amiga, del hermano? Sin embargo, cuando uno le pregunta a su novio o a su amiga si es celoso/a, casi sin pensarlo, responden que NO, no soy celoso.
Ni que decir cuando al abrir un periódico encontramos noticias que anuncian cómo un hombre, en la mayoría de los casos, mata a su mujer presa de un ataque de celos. No importa la edad de él, van desde los 20 hasta las 80 años. No vamos a decir que los celos son una enfermedad que lleva a matar gente, sino lo que vamos a plantearles es que los celos son un sentimiento que consideramos normal pero que llevados a un grado exagerado pueden llegar a hacer estragos en la vida de una persona.
La mayoría de las personas, a lo largo de su vida, se pasan mucho tiempo preguntándose si su pareja es la persona indicada para él o para ella, si es el amor de su vida, si es el padre o la madre de sus posibles hijos. Se dice: ella es mi media naranja, él tiene todo lo que me completa, ella es todo para mí. Parecería que la gran mayoría de las parejas sostienen que el amor son dos mitades divididas que necesitan de la otra mitad para completarse.
Esto alude a un mito de la media naranja de Platón. En El Banquete, Aristófanes toma la fábula del Andrógino, un ser esférico completo, perfecto que reunía en sí mismo ambos sexos, y que luego de la castración decidida por Zeus, fue dividido en dos mitades, donde cada una de ellas originará la partición sexual, dando nacimiento así al par hombre-mujer tal como hoy lo conocemos. Hecha esta división, cada mitad se esfuerza en encontrar a su otra mitad que lo completa.
De esta forma, el deseo de unión existente en el hombre y la mujer, procede de aquel ser único que aún aspira a fusionarse con la mitad separada de sí mismo, y que ahora, por el rodeo de la búsqueda amorosa, deberá procurársela. Podemos pensar que con una pareja se busca el complemento sexual que lo completa, que lo transformaría de nuevo en ese ser esférico perfecto.
La completud no existe para el ser humano, es el anhelo sentirse completo, está en nosotros que esa completud no sea alcanzada. El amor genera esa ilusión con el enamoramiento, por eso el enamorado necesita del otro todo el tiempo, esa necesidad de ser mirado, reconocido por el otro, teme perder esa completud.
Si tendríamos que dividir en fases los modos de inicio de una relación de pareja, ésta casi siempre, comienza por un estado de enamoramiento intenso.
¿Qué es estar enamorado?
El enamoramiento es un proceso psíquico que desemboca en un estado muy similar al de la intoxicación. Conozco a esa persona perfecta que me escucha, que tenemos los mismos gustos, que entiende todo lo que me pasa, esa persona que siempre he estado buscando. Es simpática/o, agradable, cariñosa, detallista, tengo ganas de compartir todo mi tiempo.
En esta situación se desatan toda una serie de fantasías en las que le ubico como el hombre o la mujer de mi vida, como el padre de mis hijos, como mi compañero para toda la vida. Lo que no se tiene en cuenta es que yo miro a esa persona con las gafas del enamorado. Prácticamente todo lo que veo en él es fruto de una atribución mía. Son rasgos que yo le pongo a él pero que en realidad no existen. Esto se da tanto en hombres como en mujeres pero en el caso de los hombres hay una acentuación, es lo que llamamos la sobrestimación del objeto. Ella es la más inteligente, la más elegante, la más trabajadora y en realidad posee esas cualidades, pero el enamorado las ve más acentuadas.
El desenlace del enamoramiento, la lectura que se hace es que ella cambió, que dejó de ser como era cuando en realidad nunca lo fue. Aquí entra en juego una cadena de reproches sobre algo que nunca existió. Lo que no se tiene en cuenta es que cuando acaba el enamoramiento tiene que empezar el amor.
El amor
Cuando el enamoramiento cede puede dar lugar al amor. Es un trabajo por parte del sujeto que ama el mantener la relación en la que las cosas venían, simplemente, dadas. Antes deseaba todo el tiempo comprarle cosa, llevarle a cenar, tener citas, dedicarle tiempo. Ahora, pueden aparecer cosas que antes no estaban: cada uno puede, además de estar juntos, desear potenciar sus aficiones, volver a llevar a cabo aquello que dejo de hacer (música, ir al cine, salir con amigos) Cuando uno de la pareja rompe la homeostasis de la relación, dedica su atención a otros deseos, pueden aparecer celos. Pareciera que ahora ya no quiere estar siempre conmigo, se va al futbol o a hacer cafés con amigas…El tercero va a jugar en la pareja el papel de «productor» de deseo. Si el otro no desea nada más allá de mí, si sólo me mira a mí, yo lo dejo de desear. ¿Por qué? Porque siento que lo tengo, que lo poseo y en esta lectura ficticia de la situación queda ahogado el amor y queda imposibilitado en mí el acceso al mundo.
Los celos un motivo de ruptura
Él se vuelve un perseguidor de ella o a la inversa, controla las llamadas que hace, cuándo entra y cuándo sale de casa, si mira a otros cuando pasean juntos, si está más pendiente de sus hijos o de sus amigos que de él y un largo etcétera que hace que los movimientos de la pareja estén estrictamente limitados.
Estas situaciones para un sujeto celoso pueden llevarlo a reaccionar con gritos, peleas, días sin hablarse, amenazas de ruptura. Reacciones desmesuradas provocadas por sentirse que el otro lo deja fuera, lo excluye. Este sentimiento es lo que cursa por fuera de la conciencia, es decir, son inconscientes y por esto el sujeto desconoce aquello que le está pasando. Seguramente el celoso encuentra motivos objetivos y racionales que ponen el acento en lo que hace el otro y no tanto en lo que le está pasando a él o ella.
Cada cual se maneja con sus celos como puede. Algunos los reprimen y niegan ser celosos, pero igualmente eso sigue aconteciendo en uno por más que no tenga noticias. Otros, ante la imposibilidad de reconocer sus propios deseos de infidelidad le reprochan a su pareja algo que no tiene que ver con ella, sino con uno mismo. ¿Qué hacer con los celos? Es algo que cada cual debe resolver para que no sea vivenciado como un conflicto continuo.
Amor y deseo
El ser humano construye el amor, trabaja sobre el amor. Pensamos que el amor no es un punto de partida sino de llegada. ¿Por qué? Porque el amor es una construcción, tienen que pasar ciertas cosas para saber qué es amor, no es una simple conexión.
En muchas parejas amor y deseo ceden el lugar a la comodidad. En la comodidad el deseo cae en una zona de confort, dónde la inercia de la cotidianidad frena el movimiento propio del deseo. ¿Cómo nos damos cuenta? Los dos están seguros que cada uno tenía al otro. Si el otro es mío, ¿qué sentido tiene desear algo que ya tengo? El deseo moviliza, incomoda, pone a trabajar al sujeto.
Si encierro el mundo entero en la pareja le pido al otro que me haga de amigo, de padre, de hermano, de marido, de amante… le pido de todo. Y cuando el otro, responde a esas demandas, descubro que eso no era lo que deseaba. Porque al final: el otro no me da todo lo que necesito.