La dependencia del ser humano está presente en las diversas relaciones que puede llegar a mantener: con la familia tan necesaria en los primeros años, con el trabajo indispensable para todo crecimiento y con su deseo puesto en cada una de las cosas que hace. En la diversidad de sus vínculos, el ser humano quiere conseguir la felicidad y mantenerla. En ese recorrido cada sujeto evita el dolor y busca intensificar los placeres sean del orden que sean.
Un punto a destacar es que el sujeto por el mero hecho de ingresar en la cultura tiene que renunciar, de alguna manera, a muchas actividades que le generaban placer cuando era niño. Desde que aprende a compartir, a respetar a los demás, a que hay algunas cosas que no se pueden hacer y otras sí, a pararse en los semáforos en rojo, a saludar al vecino, aunque no lo soporte, etc… Estas renuncias o estas limitaciones le ocasionan malestar, pero sin ellas sería imposible vivir en sociedad.
Para lidiar con el malestar el ser humano recurre a diferentes calmantes: las sustancias tóxicas o poderosas distracciones. Las sustancias tóxicas suponen un efecto inmediato, de alivio y de placer ya que actúan directamente sobre el cuerpo, los poderosos distractores como puede ser la televisión dejan al sujeto en suspenso y alejado de sus preocupaciones.
El malestar es un estado subjetivo
Tanto las drogas como la televisión, el móvil, los videojuegos actúan modificando dicho estado de modo que son tremendamente efectivos. Por sí solos estos calmantes no generan adicción, sino todos los consumidores de drogas o espectadores de tv se convertirían en adictos, para que se transformen en adicción es preciso que esté en juego cierto grado de compulsión. Si buscamos en el diccionario la definición de compulsión, encontramos: inclinación, pasión vehemente y contumaz por algo o alguien.
Entonces, podríamos decir que muchas cosas que rodean al ser humano son susceptibles de generar adicción, no sólo las drogas o el alcohol, sino también todo aquello a lo que un sujeto puede dedicarle gran parte de energía psíquica, con cierta persistencia y recurrencia, y que, a su vez, puedan funcionar como calmante del malestar que le aqueja.
Desde psicólogos Barcelona pensamos que la cuestión radica en que si una persona, por ejemplo, se dedica a su trabajo con fuerte pasión y además, le entrega las horas que hagan falta, ¿eso quiere decir que es adicta al trabajo?; O Si se pasa todo el día trabajando para no volver a casa porque no aguanta los chillidos de la mujer; O si se tiene que tomar a diario, a la misma hora y el mismo bar la cerveza de la misma marca ¿es adicción? En primer lugar, puede llamarle la atención lo que está ocurriendo ahí: en el no soportar a la mujer o en tener que hacer el mismo ritual a diario. En segundo lugar, en toda adicción está presente cierta dependencia con el objeto, persona o sustancia.
Podríamos pensar la adicción al sexo como otro calmante. Lo que la diferencia de las drogas es que la «sustancia» que daña está en uno mismo.
En el momento en el que se abre la adicción al sexo, al trabajo a la televisión vemos que se amplía el espectro, ya no entran en juego sólo los factores corporales, sino también la dependencia psíquica que, por supuesto, también juega un papel crucial cuando hablamos de las adicciones a sustancias tóxicas.
Ahora, ¿dónde está el límite entre un consumidor y un adicto? ¿Cuál es la diferencia? Podríamos decir que ese límite lo marca el papel que juega la sustancia o la actividad en la vida del sujeto. Al tratar el tema de drogas, es recomendable, dejar de lado los componentes morales que nos hacen posicionarnos como si se tratase de cosas buenas o malas para el sujeto y no “vemos” ¿qué lugar ocupa eso en su vida? o ¿por qué acude a ellas?
Un sujeto atrapado por cualquier tipo de adicción tiene dificultades para abandonarla porque le proporciona una cierta completud, “siente” que eso es lo que le falta para hacer determinadas cosas que de otra manera no se atreve o “siente” que con eso es realmente feliz o que su vida tiene sentido, sin preguntarse en absoluto el para qué hace lo que hace…y se ve con serias dificultades para abandonar aquello que le genera un goce absoluto. Si lo pensamos una droga de por sí, no soluciona nada, sino que influye directamente sobre el cuerpo y cada persona le da un sentido distinto: puede permitirle hacer eso que no se atreve…ahí hay un problema.
Es por ello que la mayoría de los tratamientos apuntan no tanto a la supresión de lo que genera adicción, sino a la sustitución del goce que produce por otro goce, el de la palabra que lo ata más a establecer otro tipo de vínculo, lo liga con la vida.
Hay que aclarar que una persona que está enganchada, ya sea a una sustancia o a un objeto, por sí sólo no -siempre- es posible abandonarlo. Hay veces que el límite viene por algún tipo de susto en donde el sujeto toma conciencia de lo que le está pasando y lo llevan a consultar con un psicólogo experto en adicciones para dejar la adicción.