Ya no es como antes. Apuntes sobre la relación de pareja

 
 
 
Una de las mayores preocupaciones de las parejas es preguntarse si están bien o si quieren seguir juntos. Algunas mujeres cuando están en pareja piensan si ese hombre con el que vive, es o no el hombre de su vida. Si debería separarse o no de él, si lo quiere, si él la quiere, si estarán juntos toda la vida, si la desea, o si él mira a otras mujeres, si querrá tener hijos, si será un buen padre, y otras cuestiones que consume gran parte de su energía psíquica.
 
El camino que pueden seguir muchas parejas es el siguiente: se conocen siendo adolescentes, están unos años de novios en los que la relación puede haber sido idílica. Poco a poco, conocen a las respectivas familias, hacen planes de vivir juntos y, quizás, en un futuro tener hijos. En este recorrido, muchos creen que además de estar en pareja, tienen que hacer todo juntos. Cada uno renuncia a salir con sus amigos, para salir con la pareja y los amigos. Se da una dificultad para que los terceros (amistades, trabajo) tengan un lugar en la vida de cada uno.
 
En general, se asocia el tercero a tener un amante pero en la relación de pareja el papel del tercero puede ser desempeñado por un amigo, un hobby, un trabajo, algo que provoque deseo en el sujeto más allá de la pareja. El tercero va a ser en la pareja el «motor» de deseo. Si el otro no desea nada más allá de uno, si sólo mira a su pareja, el deseo cae.
 
Muchas parejas afirman que se llevan muy bien porque no hay discusiones entre ellos. La convivencia es aparentemente buena y cordial. Pero esa ausencia de discusiones puede ocultar una ausencia de conversaciones. Parejas que se sumergen en la ilusión de saber qué piensa o qué siente el otro sin decirlo, caen en el registro de lo gestual, de la imaginaria interpretación de las caras. En las mujeres es muy habitual escuchar “Es que él ya lo tendría que saber”, “Es que se tendría que haber dado cuenta”. Este no saber del otro, es interpretado en clave amorosa: Si no lo sabe es que no me quiere.  
 
Cuando son las miradas y los gestos los que importan, se deja de lado a la palabra. Justamente son las palabras las que atan y desatan al amor. De hecho, son frases las que conducen, la mayoría de las veces, a la ruptura: “Ya no es lo mismo”, “Él no es el que era”, “Se acabó la chispa” o “Él tiene que cambiar y no cambia”. Todas ellas nos remiten a una situación anterior en la que las cosas iban bien y como por arte de magia empiezan a ir mal.
 

¿Qué es estar enamorado?

 
Todo ser humano para amar tiene que realizar un trabajo de construcción: carga psíquicamente aquellas personas que configuran su mundo, se interesa por los lugares que habita, construye un sin fin de relaciones que serán más o menos significativas según su grado de carga psíquica. Es fácil verlo en una relación de pareja. En la mayoría de los casos una relación comienza con el enamoramiento. Conozco a esa persona perfecta que me escucha, que es igual a mí, que entiende todo lo que me pasa, esa persona que siempre he estado buscando en el que creo que el otro es maravilloso, donde no faltan los detalles, atenciones, regalos ni palabras de amor. Es simpátic@, agradable, cariños@, detallista y l@ deseo todo el tiempo.  El enamoramiento es un proceso psíquico que desemboca en un estado muy similar al de la intoxicación. Freud lo define como un estado de locura transitoria.
Es en la fase de enamoramiento en donde se desatan toda una serie de fantasías en las que le ubico al otro como el hombre o la mujer de mi vida, como el padre/madre de mis hijos, como mi compañer@ para toda la vida. Lo que no se tiene en cuenta es que uno miro a esa persona con las gafas del enamorado. Prácticamente todo lo que veo en él es fruto de una atribución mía. Son rasgos que uno le pone al otro, pero que en realidad están exagerados. Este efecto producto del enamoramiento, acontece tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, en los hombres hay una acentuación de la persona amada, es lo que llamamos la sobrestimación del objeto. Ella es la más inteligente, la más elegante, la más trabajadora y en realidad, estos atributos están magnificados.
 
Bajo los efectos del enamoramiento el sujeto enamorado se siente pequeño, su amado lo es todo y sin él su vida no tendría sentido. Se vuelve humilde, generoso y complaciente con su pareja. También observamos una disminución de la capacidad de trabajo, está distraído, tiene toda su energía puesta en el objeto de amor y ninguna otra cosa en el mundo parece tener el privilegio de merecer atención.
El enamoramiento remite cuando uno de los dos, o los dos comienza a ver que el otro no es tan estupendo y puede creer que el otro ha cambiado, ha dejado de ser como era… cuando en realidad nunca lo fue. Aquí entra en juego una cadena de reproches sobre algo que nunca existió.
 

¿Cómo pasar al amor?

 

Cuando se acaba el enamoramiento, no todo está perdido, puede dar paso al amor. La persona antes enamorada, ahora tiene que realizar un trabajo psíquico. Antes deseaba todo el tiempo comprarle cosas, llevarle a cenar, tener citas, dedicarle tiempo. Ahora no “lo siente” así. Se asocia el no sentirlo con no amarlo y, entonces, se dejan de hacer aquellas cosas que sostenía a la pareja. Ese no sentirlo no tiene que ver con no amarlo sino que tienen que ver con que ha remitido en cierta medida el estado de enamoramiento. Mientras la persona está enamorada viene todo dado. No hay cuestionamiento, todo parece bien, fácil, es mágico, no implica ningún trabajo. Cuando esto finaliza empieza el amor, pero el amor implica un trabajo. Para amar a alguien tengo que pensarlo, para estar enamorado no.

La primera distinción que debemos hacer es aquella que existe entre amor y enamoramiento. El amor es mucho más amplio y duradero y no se reduce únicamente a una persona. En general, se piensa que en todo momento se debe hacer lo que se siente cuando en realidad este es uno de los factores para acabar con la relación de pareja.

 
Sacrificio, esfuerzo, sufrimiento y renuncia son frases que obstaculizan una relación con la pareja, eliminan la noción de que las relaciones se construyen. El sacrificio y el esfuerzo hablan de una queja, que inmoviliza al sujeto a transformar esa situación. Hay muchas parejas que alargan su tortura en base a un quererse que más que con el amor tiene que ver con el goce del sufrimiento. Parejas que rompen y siempre retoman la relación porque “es que nos queremos”. Se trata de una ruptura que no produce ningún cambio en ellos, sino que vuelven a la misma relación tóxica que tenían antes de que la dejaran.
 
Toda pareja configura un modo de relación inclinado a armar pactos y encuentros con un alto grado de especularidad. Las palabras ceden el lugar a las miradas o a los gestos que determinan un modo de goce mediante el cual, cada uno satisface sus intereses desde la incomunicación, las injurias, la degradación y el desgano. Se rompe el pacto inicial y uno de los dos ya no está en ese lugar donde el otro lo esperaba. En nombre del amor se tiende a unir dos personas y hacer una, borrando las diferencias, con la fantasía de que son iguales, semejantes con los mismos intereses. Cuando cae el enamoramiento éste puede abrir paso al amor o a la crisis y posteriormente la ruptura. Es preciso subrayar que lo que comúnmente se  llama «amor» deriva el mito de la media naranja que considera al ser humano partido en dos mitades, macho y hembra, que en el amor aspiran a volver a unirse. Este amor consistiría en intentar hacer uno de dos.
 
Muchos desean una pareja perfecta, trasladando el mito de la media naranja a la vida cotidiana, son dos personas que creen ser la una para la otra, si uno de los dos desea algo, el otro sólo con la miraba sabe eso que desea su pareja. Ser todo para el otro, cerrar las ventanas al mundo, convertirse y convertir al otro en parte de uno mismo. Es una de las maneras de traicionar su propio deseo. En la ceguera del amor uno sin darse cuenta puede convertirse en un criminal de su propio deseo: abandona el trabajo, los estudios, un proyecto, para gozar más tiempo de la vida familiar o de la vida en pareja
 
Es un hecho probado: las parejas se separan, los matrimonios fracasan, la duración de los vínculos se acorta. El nacimiento de un hijo coincide a menudo con una crisis de la unión por ambas partes: al hombre le cuesta encontrar a la mujer convertida en madre, a la persona que se enamoró.
 
La caída de la ilusión y el deseo, el no saber qué hacer juntos o de qué hablar, ponen sobre el tapete largas discusiones sobre quién ha aportado más por la relación o sobre quién es el/la culpable de la situación actual.
En un montón de parejas que deciden separarse se puede leer que menospreciaron la importancia de la palabra en la construcción del amor y en el sostén de la pareja dando paso a un silencio tan ruidoso que terminan diciendo “él o ella es un desconocido para mi”. ¿Qué ha pasado, en cada uno, entre ese tiempo en el que todo era fantástico y el tiempo en el que no existen los detalles ni los encuentros?
Parejas que se excusan en el paso del tiempo y el desgaste que produce, otros que la rutina los aplastan, o el estrés laboral y el generado por la educación de los hijos. De esta manera dejan de lado el trabajo que llevó llegar al tiempo de la crisis o separación de la pareja. En los tiempos de crisis leemos que lo que se ha perdido fue el proyecto en común, el “nosotros”. Parejas que a lo largo del tiempo no han reformulado el proyecto inicial que los mantenía unidos. Cada uno cedió en su deseo en pro del goce.
 
Sometiéndose ambos a vivir vidas ya vividas, a no poder ni saber salir de la cárcel imaginaria donde la única elección inconsciente es ser preso o carcelero, a compartir mesa y lecho con el deseo seco hace ya tiempo; haciendo – sin darse cuenta – todo lo posible para que las cosas no cambien, quejándose todo lo que pueden – de que las cosas no cambian.
 
La consulta a un psicoanalista implica un deseo de salir de la repetición, de la insatisfacción. Llegan personas que se quejan estar atrapados en un círculo de cambio continuo de pareja. Creyendo que el nuevo amor es diferente, único, prometedor, y, en un breve tiempo, se dan cuenta que es inadecuado y decepcionante.
 

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Taller Terapéutico para niños

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Taller terapéutico grupal


Dirigido a niñ@s a partir de 8 años hasta 12 años.

¿Por qué un taller terapéutico grupal?


Porque ofrece la posibilidad de compartir experiencias y sentimientos con otros niños de la misma edad y en el mismo momento vital dentro de una nueva experiencia de relación y comunicación con la presencia y las intervenciones de un terapeuta.


Porque un taller posee una intensa potencia terapéutica, que cada niñ@ participe le ofrece una oportunidad de expresarse, ser escuchado y aprender a escuchar, darse a conocer y conocer a los otros, contribuye a disminuir el sentimiento de estar solo, de ser el bicho raro al que le pasan cosas que no le suceden a nadie más, apacigua sentimientos de culpa, y facilita acercarse con empatía a las emociones de los demás y con menos ansiedad a las propias.


¿Cómo se organizan las sesiones?
A través de dinámicas lúdicas que ponen en acción actitudes individuales que pueden llegar a ser negativas (agresividad, desinterés, ira, etc.) con el fin de tratarlas, que le puedan poner palabras para entenderlas y darles nuevos recursos para afrontar situaciones conflictivas.


¿Cuántos niños pueden participar en el taller?
5 niños como máximo.
El taller se recomienda a niñ@s con dificultades manifiestas ya sea en la relación con los otros y/o con dificultades afectivas: tímid@s, temeros@s, dependendientes o deprimid@s.

Si desea que su hij@ participe es necesario realizar una valoración para conocer su situación personal y determinar si es conveniente o no.

Para más información puede llamar al 935808324


Clínica psicología Barcelona

Desde Psicoanalista en Barcelonapsicólogos en Barcelona proponemos un centro de psicología sanitaria avalado por más de 15 años de experiencia clínica en la psicoterapia con niños, jóvenes y adultos.
Gracias a este recorrido profesional y a la forma de trabajar con los pacientes, somos reconocidos como uno de los mejores centros de psicología en Barcelona.
Si está interesado en acudir a una clínica psicología en el centro de Barcelona, le animamos a que se ponga en contacto conmigo para poder asesorarlo.
Como psicóloga colegiada por el COPC, también, dispongo de formación acreditada en como Experta en Psicoterapia (Europsy) además de ser psicóloga colegida.
Estamos ubicados en el centro de Barcelona, con un recorrido de quince años de trabajo en clínicas privadas y en escuelas. Durante estos años he dado conferencias y charlas sobre la depresión, los celos, la depresión en Barcelona. He colaborado en entrevistas para revistas y periódicos sobre las relaciones de pareja en Barcelona.
Como resultado de todos estos años de trabajo y dedicación, pudimos consolidar una de las mejores clínicas de psicología en Barcelona. Y es que nuestro centro de psicología en Barcelona, se ha convertido en un espacio en el que ofrecemos atención de orientación psicoanalítica y ayudamos a todas esas personas que lo necesitan mediante psicoterapia. Ya sea porque se sienten con ansiedad, angustia, estrés, situaciones de cambio o porque están atravesando una etapa complicada en su vida, como puede ser la depresión. En nuestro centro de psicoterapia en Barcelona estamos especializados en ayudar a personas.

Sesiones de psicoanálisis en Barcelona

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Anabel López, psicóloga y psicoanalista

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Abordamos problemáticas tales como la ansiedad, miedos, celos, inseguridad, procesos de duelo, situaciones de crisis y problemas de pareja.

A través de la psicoterapia psicoanalítica, abordamos los motivos inconscientes que causan el malestar para producir un cambio en la posición subjetiva: construir un nuevo camino, singular, y encontrar otras respuestas que no generen sufrimiento.

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Psicóloga en Barcelona

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Sobre mí

Dispongo de formación acreditada en como Experta en Psicoterapia (Europsy) además de ser psicóloga colegida. Estamos ubicados en el centro de Barcelona, con un recorrido de quince años de trabajo en clínicas privadas y en escuelas. Durante estos años he dado conferencias y charlas sobre la depresión, los celos, la depresión en Barcelona. He colaborado en entrevistas para revistas y periódicos sobre las relaciones de pareja en Barcelona.

Desde Psicoanalista en Barcelonapsicólogos en Barcelona proponemos un centro de psicología sanitaria avalado por más de 15 años de experiencia clínica en la psicoterapia con niños, jóvenes y adultos.
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Sobre el amor

Sobre el amor actual en clave femenina *

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“La idolatría que las mujeres practican con respecto al amor es en el fondo y originariamente una invención de la sagacidad, por cuanto mediante todas estas idealizaciones del amor acrecientan su poder y se presentan a los ojos de los hombres como cada vez más apetecibles.
Pero en virtud de la exagerada estimación secular del amor, ha sucedido que han caído en su propia red, y han olvidado ese origen. Ellas mismas están ahora más engañadas que los hombres y sufren, por tanto, más del desengaño que casi necesariamente en la vida de toda mujer, siempre que tenga fantasía e inteligencia suficientes para poder ser engañada y desengañada.”
Nietzsche, Humano demasiado humano, Volumen I – aforismo 415.


En El malestar en la cultura (1930), Freud, ubica en la fundación de la civilización al amor y al trabajo, Eros y Ananké (amor y necesidad) posibilitaron que una mayor cantidad de seres humanos pudieran vivir en comunidad bajo una regulación de las relaciones sociales, basados en vínculos amorosos y libidinales que fundamentan el origen de la pareja y la familia (el macho quería conservar junto a sí a su objeto sexual y la hembra a su prole) El amor liga a los individuos, y a partir del vínculo de sentimiento entre ellos, la dicha podría producirse. Sin embargo, esta técnica del arte de vivir que es el amor tiene un lado ‘débil’, aquel que ama es más vulnerable a las desventuras: si el objeto amado se pierde o no corresponde con su amor, la desdicha se hace presente. El amar y ser amado, no asegura la felicidad ya que expone al sujeto al padecimiento y lo hace dependiente del amor del otro.

Si pensamos el amor en clave femenina se plantea que el ser amada, para ella, es una necesidad más intensa que la de amar. Esta necesidad responde a un alto grado de narcisismo que influye también sobre la elección de objeto. Freud señala que la búsqueda principal para una mujer en sus encuentros amorosos constituye el ser amada, llegar a capturar a uno que la ame especialmente y que la distinga de las otras mujeres. El narcisismo del deseo femenino aspira a una identidad en la pareja y se aferra al narcisismo del yo, erigiendo a través de la identificación una máscara que tiene como función instituir un semblante para la feminidad. De este modo la mascarada es un recurso imaginario que trata de salvaguardar el narcisismo del yo como un instrumento privilegiado en las mujeres para abordar a su pareja en el campo del deseo.

En la vida amorosa de las mujeres se produce una convergencia del amor y del deseo en el mismo objeto. En cambio, en el hombre hay una divergencia con relación al objeto de amor y de deseo. La particularidad del amor en las mujeres es que predomina el ser deseada y amada por lo que no es. Esta demanda las torna más dependientes de los signos de amor del partenaire. El hacerse amar tiene su raíz freudiana: el miedo a la pérdida de amor opera como la angustia de castración en el hombre.

Pero que el amor ocupe un lugar importante en la vida de las mujeres quiere decir que ¿el amor hoy día ocupa el mismo lugar?

Asistimos a una época en que -a nivel de los vínculos con los otros: la fragmentación, inestabilidad y fragilidad son algunas de las marcas del capitalismo sobre los sujetos. La fragilidad en los vínculos provoca cierta inseguridad, Bauman remarca la paradoja existente, por un lado, es manifiesto el deseo de estrechar lazos con otro, pero se trata de un lazo que tiene que ser, al mismo tiempo, flojo para poder desanudarlo. Lo que en la clínica escuchamos como ‘no me quiero comprometer’, ‘no quiero que nadie me quite tiempo’, o ‘quiero una relación pero sin compromiso’.  Si una relación implica un compromiso mutuo y eso le otorgaba un carácter de solidez, en esta época las relaciones se caracterizan por ser liquidas, el peso recae en ‘conectar con otro’, en la red de conexiones que se pueden establecer, y deshacer de la misma manera en que se ha establecido el primer contacto: de forma rápida y satisfactoria. Si no es así, es que no se produjo la conexión. Para poder conectar con otro es necesaria la tecnología y el uso de las redes sociales cobran protagonismo.

Zygmunt Bauman no considera que se trate de una decadencia del amor, propone que el amor ha cambiado de forma, y que tiene ahora la misma forma de nuestra sociedad líquida. El amor líquido se debe a la gran variedad de modelos de relaciones, dada la gran libertad de elección y cambio de parejas, donde el sueño del amor eterno se sustituye por relaciones tan fluidas como las virtuales, y ante las cuales bastaría teclear ‘suprimir’, para cortar cualquier vínculo.

En la clínica escucho mujeres que, a través de aplicaciones, conocen hombres como antes una amiga presentaba a otro amigo, o se iba a una discoteca y entre baile y copa, se conocían, o en otros casos, se contrataba una agencia matrimonial, ahora sólo es necesario un dispositivo con conexión y hacerse un perfil. La cosa parece sencilla, el estado civil no es lo importante ya que existen para solteras, casadas o divorciadas, algunas con mayor discreción que otras. Sólo es necesario ‘tener claro’ que tipo de partenaire quiere y a modo de salida virtual al supermercado puede ir poniendo en el carrito de la compra, perfiles de hombres con fotos y  características determinadas. En pleno despliegue de lo ilusorio, ficciones y montajes, se comienza a ‘hablar’ a través de un like o por mensaje. Lacan dice‘El deseo es cosa mercantil, que hay una cotización del deseo que se hace subir y bajar culturalmente, y que del precio que se da al deseo en el mercado dependen en cada momento la forma y el nivel del amor. El amor, en la medida en que él mismo es un valor, está hecho de la idealización del deseo.’ Este tipo de aplicaciones promueven encuentros con ciertas carencias a nivel de la ficción del amor: son citas sin historia. Dos personas hace una hora no se conocían, se acuestan y una hora después es probable que no se vean nunca más.

La presencia de las redes sociales produjo un viraje en la lógica de los encuentros amorosos: sujetos que en consulta dedican sesiones para hablar de su vida virtual en Facebook u otra red. Llegando a interpretar el ‘me gusta’ de manera literal, o si el otro pone un like quiere decir que le gusto; o como marca de que le importo, que está ahí. Es ese aspecto mostrativo de las redes sociales que da lugar a disputas, afrentas imaginarias y engaños en los sujetos, así como también son un escenario propicio para poner en juego los semblantes, jugando con lo que se da a ver. Es lo que dice Lacan en el capítulo ‘El hombre y la mujer’: ‘lo que define al hombre es su relación con la mujer, e inversamente…para el muchacho se trata en la adultez de hacer de hombre. Esto es lo que constituye la relación con la otra parte. Uno de los correlatos esenciales de este hacer de hombre es dar signos de amor a la muchacha de que se lo es. Para decirlo todo, estamos ubicados en la dimensión del semblante’ Ellas se reúnen para hacer sesiones de fotos y hacer ostentación de su belleza, de sus viajes, de su pareja y de lo sospechosa que es su ‘felicidad’. Lo que importa es lo que quieren mostrar, lo que quieren que los otros vean de ellas (el postureo). Ellos postean los goles de su equipo de fútbol, los amigos o logros.

El deseo es engañoso y las redes sociales son un campo propicio para crear escenas, historias que pongan en juego al deseo. Por medio de ellas, algunas se atreven a decir aquello que en persona no podrían, se escriben frases sugerentes, se suben y bajan fotos, se crea una biografía virtual. Una mujer decepcionada por los encuentros personales con hombres que había conocido primeramente ‘fotos’ daba cuenta de su oposición contra este campo engañoso: ‘a las fotos de perfil, hay que fecharlas o sumarle años, achaques, arrugas…’

El punto de vista sociológico postula que en una sociedad líquida en la que los lazos amorosos son lábiles, pareciera que en un pin pan se cambia de pareja sin consecuencias. Sin embargo, la angustia por los vaivenes del deseo está, y ‘la angustia frente a la pérdida de amor predomina. Las mujeres a diferencia de los hombres se disponen de otro modo al amor. Algunas mujeres pueden llegar a hacer cualquier cosa por un hombre. Como contrapartida del amor, la cara B del amor, Miller señala: ‘el estrago es la otra cara del amor. De la misma manera que el amor es la anulación de todo tener, el estrago es solamente la faz de goce del amor. Esto quiere decir: dar todo, es aquí donde está lo infinito’.

En un texto titulado La tontería Jean Claude Milner, propone pensar dos modos de posición femenina para aquellas mujeres que creen que la relación sexual es posible – es decir la mayoría- una es la coqueta y la otra la boluda.La coqueta cree que todo hombre esta supuestamente dispuesto a ceder en Todo y se olvida que el hombre es muy sensible a su castración y no está dispuesto a perder. La boluda está dispuesta a todo por su hombre es la que cree ciegamente en el hombre y entonces está dispuesta a todo por él, resultando obviamente un fracaso. En la neurosis se trata de creer que existe la posibilidad de un encuentro complementario entre los sexos.

* Texto presentado en la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona, en los encuentros preparatorios a las Jornadas organizada por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis titulada: Mujeres. Barcelona, noviembre 2016.

¿Qué son las obsesiones?

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Obsesionada por la limpieza”, “obsesionado con el móvil”, “obsesiona por tal persona”, “obsesionado por si le pasa algo malo a mis hijos”… Obsesiones, manías, temores que pueden acompañar la cotidianidad de algunos sujetos. Dependiendo el grado pueden transformarse en verdaderas obsesiones que limitan la vida de un sujeto y acarrean un importante malestar; en psicoanálisis llamamos a tal afección neurosis obsesiva. Es ahí cuando una persona decide consultar a un psicoanalista cuando sus manías u obsesiones le impiden llevar a cabo una actividad relativamente normal.

Se trata de sujetos que no pueden dejar de verificar –una y otra vez– que no han cometido algún error, que no han olvidado un detalle, o que no pueden dejar de ‘pensar’ en alguna idea –negativa o no– sobre sí mismo/a, cuestiones que hacen penosa cualquier tarea que desempeñen: limitando la vida del sujeto en cuestión hasta el extremo de sumirlo en una gran angustia.

Estas cuestiones pueden ser intrascendentes para muchas personas sin embargo, en la neurosis obsesiva el incumplimiento de cualquiera de ellos deja al sujeto paralizado. Es decir, que hay distintos grados. Todos tenemos algunas obsesiones cotidianas, pero llevadas al extremo dejan a un sujeto completamente condenado a su consecución. Por ejemplo, en las neurosis obsesivas graves, alguien puede tardar horas antes de salir de casa porque las medidas que deben tomar son extremas: los calcetines tienen que estar perfectamente alineados, la ropa planchada, sin ninguna arruga, el pelo engominado, la cama hecha, todo montado sobre una secuencia perfecta que cualquier inconveniente puede llegar a destruir y hacer que el sujeto vuelva a comenzar con su ritual diario.

Los sujetos obsesivos están ocupados por pensamientos sin importancia o disparatados, por sentir impulsos que les parecen extraños y por estar movidos a realizar ciertas acciones cuya ejecución no les agrada, pero que no pueden omitir. Los pensamientos obsesivos son el disparador de una actividad psíquica extenuante. El obsesivo se puede ver forzado, contra su voluntad, a especular como si se tratara de una tarea de vital importancia. Los impulsos pueden ser espantosos, como tentaciones a cometer acciones que lo horroriza y se protege de llevarlos a cabo mediante prohibiciones, renuncias y restricciones. Con estas medidas de precaución los impulsos nunca llegan a ejecutarse, sino todo lo contrario, o bien huye, o bien la precaución gana.

Las acciones que el obsesivo lleva a cabo son actos ínfimos, inofensivos con tendencia a la repetición, ceremoniales o rituales que giran alrededor de la vida cotidiana como el ir a dormir, lavarse, salir a la calle y se convierten en tareas en extremos fastidiosas y casi insolubles. A estos actos los llamamos acciones obsesivas. Los rituales son las cosas que uno realiza “sin pensar”, por ejemplo, cuando se va a dormir: cerrar la ventana de la habitación, apagar la luz para que todo este perfectamente oscuro, no tiene que haber ningún ruido, en la cama tiene que haber una manta y un edredón que me tapen hasta el cuello y la almohada debe ser las más chata de todas.

Con respecto a los pensamientos obsesivos, son frases que aparecen y que el sujeto se ve obligado a repetir. Piensa que si no lo hace le sucederá algo malo a su madre, novia, etc. Racionalmente piensa y sabe que esos pensamientos son absurdos, pero no puede dejar de repetirlos y no puede dejar de hacer lo que se le impone.

Actos, pensamientos o rituales que se le imponen al sujeto obsesivo y no puede dejar de hacerlo porque, a diferencia de lo que nos puede suceder a todos que por ejemplo, si una noche cambiamos de casa y no están dadas las condiciones para dormir, quizás durmamos un poco sobresaltados pero no pasa de ahí. En cambio, en la neurosis obsesiva, cualquier cosa que no permita la consecución de algún ritual o acto obsesivo genera una angustia insoportable. De nada sirve que intentemos distraerlos o convencerlos de que esos pensamientos son tontos y que mejor seria que se ocupe de otras cosas.  Él querría poder hacerlo, pues comparte el juicio que cualquiera de nosotros puede hacer sobre sus síntomas obsesivos y aun se los formula. En una conferencia titulada ‘El sentido de los síntomas’ Freud escribe en relación a la neurosis obsesiva: “Solo que no puede hacer otra cosa, lo que en la neurosis obsesiva se abre paso hasta la acción esta sostenido por una energía que probablemente no tiene paralelo en la vida normal del alma.” “El enfermo solo puede hacer una cosa: desplazar, permutar, poner en lugar de una idea estúpida otra de ningún modo debilitada, avanzar de una precaución o prohibición hasta otra, ejecutar un ceremonial en vez de otro. Puede desplazar la obsesión pero no suprimirla.”

Es necesario un trabajo psíquico, orientado por un psicoanalista, para descubrir la situación que en un pasado en la que la idea estaba justificada y la acción respondía a un fin. Descubriendo los motivos inconscientes que sostienen determinados rituales o despiertan determinados temores obsesivos. A diferencia del conductismo o las terapias llamadas breves, que apuntan a resolver en poco tiempo los síntomas que aquejan al sujeto; el psicoanálisis se pregunta el porqué, las causas que provocan esos síntomas y que llevan un tiempo lógico en esclarecerse. Exponer al sujeto a que ejecute acciones que contrarían a las que se le imponen no conducirán a otra cosa más que angustiarlo y ratificar su inhibición. No se trata de cambiar el comportamiento sino de descubrir el sentido inconsciente que subyace a sus síntomas.

La interpretación de los sueños

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Ilustración de Pablo Bernasconi



¿Cuál fue el papel que tuvieron los sueños a lo largo de la historia de la humanidad?
El ser humano sueña desde tiempos inmemoriales. En la Antigüedad suponían que los sueños estaban en relación con el mundo de los seres sobrehumanos y traían revelaciones de los dioses o de los demonios. Además, estaban convencidos de que los sueños contenían un mensaje importante para quien los soñaba: por regla general, anunciaban el porvenir.

La humanidad en todas las épocas adjudicó a los sueños un sentido, a tal punto que reyes, guerreros contaban entre sus consejeros con un onirocrítico a quien consultaban para que interpretara los sueños y a partir de ello, orientaban su toma de decisiones sobre el gobierno, la guerra, las ejecuciones o las transacciones comerciales.

Los sueños poseen algo inquietante, muchas veces lo que soñamos es capaz de influir en nuestro humor al despertar, teñirlo con las tonalidades del malestar,  alegría, o desasosiego. Es por esto que soñar sigue siendo, más de 100 años después de la publicación de ‘La interpretación de los sueños’ (1900) de Sigmund Freud, una actividad capaz de generar una curiosidad.

Hoy en día toda esta mitología no tiene mucha vigencia, a partir de la investigación de Freud, ya no se duda de que el sueño sea una operación psíquica del soñante. Sin embargo, la opinión popular aún posee la creencia de que el sueño tiene un sentido qué descifrar, que atañe a la anunciación del futuro, y que de su contenido, muchas veces confuso y enigmático, puede obtenerse la interpretación mediante la relación del sueño con un símbolo. Por ejemplo, existe la creencia popular que si se sueña con que se caen los dientes eso anuncia una muerte próxima.

Se sueña en todos los idiomas, soñantes hay en todas partes del mundo; los sueños son un fenómeno universal, son actos psíquicos inconscientes que nos ocurren a todos cotidianamente que desechamos por carecer de sentido o importancia para la vida despierta. Por lo general, se cree que no se sueña todas las noches. Sin embargo, esta creencia confunde el olvido de los sueños con la producción onírica.  

Resumiendo, el sueño es un acto psíquico que posee sentido y ocupa un lugar dentro de la vida anímica del sujeto. Es decir, que el sentido dista mucho de lo que los fantásticos libros de claves y las fantásticas páginas webs – es decir, basados en la fantasía – nos dicen que encierran los sueños, esos significados apoyados en unas curiosas tablas de conversión, como si se tratasen de tablas matemáticas.

A pesar de que el sentido que pueda tener el sueño es diferente para cada uno, existen dos características comunes a todos los sueños.

Características comunes a todos los sueños
Una es, soñamos mientras dormimos. El sueño es un estado intermedio entre el dormir y la vigilia. Para poder dormir es necesario suspender el interés por todo lo que lo nos rodea: apagar la luz, tener una almohada cómoda, dejar de lado las preocupaciones, y así poder dormir. La función del sueño es el guardián del dormir. Durante el día nos pasan un montón de cosas, para dormir ‘eso’ que nos mantiene en movimiento pasan a estar inactivas. Si siguen activas, caemos en insomnio y no podemos conciliar el sueño.

La otra característica es que soñamos en imágenes.Los procesos anímicos que se producen mientras dormimos son completamente diferentes a los procesos que acontecen mientras estamos despiertos. Es decir, en el sueño se vivencian muchas cosas y se creen realmente vivenciarlas pero en verdad no se vivencia nada, son sólo imágenes visuales.

El sueño acontece en otro escenario diferente al que vivimos cuando estamos despiertos y la única manera que tenemos de acceder a lo soñado es por medio del relato, de la transformación de esas imágenes soñadas en palabras. Son muchos los mecanismos que entran en juego en la producción del sueño que hacen que la apariencia de este pueda ser confusa, absurda, delirante, etc. Al relato del sueño lo llamamos «contenido manifiesto».

Es por el relato del sueño como comenzamos a analizar, en sesión, un sueño. El soñante relata lo soñado, asocia libremente, expresa las ocurrencias que le suscita el sueño. El trabajo de interpretación de un sueño lo podemos comparar al trabajo que nos supone armar un puzle, el soñante construye el sentido que tiene ese sueño en el marco de su vida, en su momento actual, en su deseos, anhelos, etc. Hay veces que quedan piezas sueltas del puzle y admite una nueva interpretación, el sentido no supone algo cerrado y completo. El analista puede señalar algunas cuestiones pero no revela –a modo de oráculo– el sentido del sueño. A veces los sueños ponen a trabajar en el sujeto cuestiones que no habían aparecido hasta entonces.


Los sueños como una de las formaciones del psiquismo revelan aquello inconsciente que de otra manera no podríamos acceder. Por ser inconsciente no exime al soñante de responsabilizarse de lo inconsciente que habita en él o ella.

La relación de pareja: Amor y deseo

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‘Amor y deseo son dos cosas diferentes; 
que no todo lo que se ama se desea, 
ni todo lo que se desea se ama’.
Miguel de Cervantes

Vamos a considerar cómo los celos pueden incidir en la relación de pareja, siendo la pareja un escenario propicio para que se manifiesten. Los celos nos pueden asombrar y espantar. ¿Quién no ha discutido alguna vez con su pareja porque estaba mirando más de la cuenta a otra mujer u otro hombre? O ¿quién no ha sentido celos de la mejor amiga, del hermano? Sin embargo, cuando uno le pregunta a su novio o a su amiga si es celoso/a, casi sin pensarlo, responden que NO, no soy celoso.

Ni que decir cuando al abrir un periódico encontramos noticias que anuncian cómo un hombre, en la mayoría de los casos, mata a su mujer presa de un ataque de celos. No importa la edad de él, van desde los 20 hasta las 80 años. No vamos a decir que los celos son una enfermedad que lleva a matar gente, sino lo que vamos a plantearles es que los celos son un sentimiento que consideramos normal pero que llevados a un grado exagerado pueden llegar a hacer estragos en la vida de una persona.

La mayoría de las personas, a lo largo de su vida, se pasan mucho tiempo preguntándose si su pareja es la persona indicada para él o para ella, si es el amor de su vida, si es el padre o la madre de sus posibles hijos. Se dice: ella es mi media naranja, él tiene todo lo que me completa, ella es todo para mí. Parecería que la gran mayoría de las parejas sostienen que el amor son dos mitades divididas que necesitan de la otra mitad para completarse.

Esto alude a un mito de la media naranja de Platón. En El Banquete, Aristófanes toma la fábula del Andrógino, un ser esférico completo, perfecto que reunía en sí mismo ambos sexos, y que luego de la castración decidida por Zeus, fue dividido en dos mitades, donde cada una de ellas originará la partición sexual, dando nacimiento así al par hombre-mujer tal como hoy lo conocemos. Hecha esta división, cada mitad se esfuerza en encontrar a su otra mitad que lo completa.

De esta forma, el deseo de unión existente en el hombre y la mujer, procede de aquel ser único que aún aspira a fusionarse con la mitad separada de sí mismo, y que ahora, por el rodeo de la búsqueda amorosa, deberá procurársela. Podemos pensar que con una pareja se busca el complemento sexual que lo completa, que lo transformaría de nuevo en ese ser esférico perfecto.

La completud no existe para el ser humano, es el anhelo sentirse completo, está en nosotros que esa completud no sea alcanzada. El amor genera esa ilusión con el enamoramiento, por eso el enamorado necesita del otro todo el tiempo, esa necesidad de ser mirado, reconocido por el otro, teme perder esa completud.

Si tendríamos que dividir en fases los modos de inicio de una relación de pareja, ésta casi siempre, comienza por un estado de enamoramiento intenso.

¿Qué es estar enamorado?
El enamoramiento es un proceso psíquico que desemboca en un estado muy similar al de la intoxicación. Conozco a esa persona perfecta que me escucha, que tenemos los mismos gustos, que entiende todo lo que me pasa, esa persona que siempre he estado buscando. Es simpática/o, agradable, cariñosa, detallista, tengo ganas de compartir todo mi tiempo.
En esta situación se desatan toda una serie de fantasías en las que le ubico como el hombre o la mujer de mi vida, como el padre de mis hijos, como mi compañero para toda la vida. Lo que no se tiene en cuenta es que yo miro a esa persona con las gafas del enamorado. Prácticamente todo lo que veo en él es fruto de una atribución mía. Son rasgos que yo le pongo a él pero que en realidad no existen. Esto se da tanto en hombres como en mujeres pero en el caso de los hombres hay una acentuación, es lo que llamamos la sobrestimación del objeto. Ella es la más inteligente, la más elegante, la más trabajadora y en realidad posee esas cualidades, pero el enamorado las ve más acentuadas.
El desenlace del enamoramiento, la lectura que se hace es que ella cambió, que dejó de ser como era cuando en realidad nunca lo fue. Aquí entra en juego una cadena de reproches sobre algo que nunca existió. Lo que no se tiene en cuenta es que cuando acaba el enamoramiento tiene que empezar el amor.

El amor
Cuando el enamoramiento cede puede dar lugar al amor. Es un trabajo por parte del sujeto que ama el mantener la relación en la que las cosas venían, simplemente, dadas. Antes deseaba todo el tiempo comprarle cosa, llevarle a cenar, tener citas, dedicarle tiempo. Ahora, pueden aparecer cosas que antes no estaban: cada uno puede, además de estar juntos, desear potenciar sus aficiones, volver a llevar a cabo aquello que dejo de hacer (música, ir al cine, salir con amigos) Cuando uno de la pareja rompe la homeostasis de la relación, dedica su atención a otros deseos, pueden aparecer celos. Pareciera que ahora ya no quiere estar siempre conmigo, se va al futbol o a hacer cafés con amigas…El tercero va a jugar en la pareja el papel de «productor» de deseo. Si el otro no desea nada más allá de mí, si sólo me mira a mí, yo lo dejo de desear. ¿Por qué? Porque siento que lo tengo, que lo poseo y en esta lectura ficticia de la situación queda ahogado el amor y queda imposibilitado en mí el acceso al mundo.

Los celos un motivo de ruptura
Él se vuelve un perseguidor de ella o a la inversa, controla las llamadas que hace, cuándo entra y cuándo sale de casa, si mira a otros cuando pasean juntos, si está más pendiente de sus hijos o de sus amigos que de él y un largo etcétera que hace que los movimientos de la pareja estén estrictamente limitados.
Estas situaciones para un sujeto celoso pueden llevarlo a reaccionar con gritos, peleas, días sin hablarse, amenazas de ruptura. Reacciones desmesuradas provocadas por sentirse que el otro lo deja fuera, lo excluye. Este sentimiento es lo que cursa por fuera de la conciencia, es decir, son inconscientes y por esto el sujeto desconoce aquello que le está pasando. Seguramente el celoso encuentra motivos objetivos y racionales que ponen el acento en lo que hace el otro y no tanto en lo que le está pasando a él o ella.
Cada cual se maneja con sus celos como puede. Algunos los reprimen y niegan ser celosos, pero igualmente eso sigue aconteciendo en uno por más que no tenga noticias. Otros, ante la imposibilidad de reconocer sus propios deseos de infidelidad le reprochan a su pareja algo que no tiene que ver con ella, sino con uno mismo. ¿Qué hacer con los celos? Es algo que cada cual debe resolver para que no sea vivenciado como un conflicto continuo.

Amor y deseo
El ser humano construye el amor, trabaja sobre el amor. Pensamos que el amor no es un punto de partida sino de llegada. ¿Por qué? Porque el amor es una construcción, tienen que pasar ciertas cosas para saber qué es amor, no es una simple conexión.
En muchas parejas amor y deseo ceden el lugar a la comodidad. En la comodidad el deseo cae en una zona de confort, dónde la inercia de la cotidianidad frena el movimiento propio del deseo. ¿Cómo nos damos cuenta? Los dos están seguros que cada uno tenía al otro. Si el otro es mío, ¿qué sentido tiene desear algo que ya tengo? El deseo moviliza, incomoda, pone a trabajar al sujeto.

Si encierro el mundo entero en la pareja le pido al otro que me haga de amigo, de padre, de hermano, de marido, de amante… le pido de todo. Y cuando el otro, responde a esas demandas, descubro que eso no era lo que deseaba. Porque al final: el otro no me da todo lo que necesito.

¿Hay que decir toda la verdad a los niños?

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Es habitual que recibamos en la consulta a padres que plantean sus dificultades a la hora de educar a sus hijos. Traen miedos, fantasías y angustias en relación al crecimiento en cuanto a las relaciones con los otros en la escuela o en casa; algunos llegan asustados porque desde la escuela recomiendan que inicie una terapia para que traten su ‘agresividad’ o su falta de ‘autocontrol’; otros vienen cómo si lo que le pasa a su hijo no tiene nada que ver con ellos; otros llaman angustiados porque observan en su hijo/a una serie se comportamientos extraños que quieren resolver urgentemente; En suma, recibimos y escuchamos a madres y padres que quieren saber ¿qué les pasa a sus hijos?. Para poder responder está pregunta es necesario que ellos participen activamente en la terapia de su hijo/a.

‘Cada familia es un mundo’ dice un refrán popular. Es por ello que es necesario que en las sesiones con los padres podamos re-construir ese mundo familiar, para poder escuchar la particularidad de cada uno de los integrantes, para situar qué lugar ocupa ese niño o niña en la familia, qué acontecimientos importantes pueden haber marcado la vida familiar, etc.


Al ser humano se le habla desde antes de nacer

Desde el momento que una pareja decide formar una familia, comienzan a pensar en cómo será ese ser, a quién se parecerá, etc. Podríamos decir que el ser humano primero nace al deseo de los padres. Cuando nace un bebé los padres lo abrigan con sus palabras, lo calman en sus brazos y le cantan una suave canción. A los bebés se les habla sin que ellos cognitivamente puedan comprender lo que se les está diciendo. Sin embargo, los padres construyen posibles respuestas: si se ríe es porque le gusta lo que le están diciendo, o si mira a los ojos a la madre es porque la quiere; este juego de atribución irá variando según la lectura que hagan uno u otro.

Los niños descubren el lenguaje porque oye hablar a su madre con su padre o con otro adulto y a él de la misma manera. Entonces, aprenden el lenguaje más rápido. Ahora bien, es hablando a un bebé como se habla con otra persona, sin usar diminutivos, sin usar un lenguaje que no pueda comprender ninguna otra persona, como le damos acceso al lenguaje hablado. En muchas ocasiones parece que el niño comprende más aún de lo que se le está diciendo, percibe la comunicación inconsciente que se le envía, esa comunicación de explicación, antes incluso de conocer la gramática del lenguaje. Cuando los padres discuten delante del bebé —creyendo que no se va a enterar de nada— es habitual que éste rompa en llanto inmediatamente.


¿Cómo hablar con los niños?

Muchas madres y padres hablan a sus hijos pequeños de la misma manera que le hablan a la mascota de la casa, con un lenguaje meloso, acaramelando las verdades, ocultando ciertos acontecimientos, que no favorecen para nada su crecimiento. Esto no quiere decir que los padres tienen que hablar con sus hijos y contarles todas sus preocupaciones o problemas como si estuviesen hablando con su pareja o con una amiga, sino que aquello que favorece el desarrollo, aquello que lo abre a la vida, es hablarle sobre las cosas del mundo y de la vida sin intentar reducir el tema. En el caso de que el niño no esté preparado para comprender lo que se le esté diciendo, será letra muerta para él y no la escuchará.

La curiosidad infantil y el deseo de saber

De esta manera es como la propia curiosidad del niño lo conduce a interesarse por saber más cosas sobre sí mismo y sobre el mundo para comprender y hacerse un lugar en él. Ese deseo de saber puede chocar con la labor educativa de los profesores, que a través de la enseñanza intentan domeñar el mundo psíquico del niño. Todo lo que concierne al saber está anclado a lo pulsional, el saber y el gusto, en un principio, van de la mano: hablamos del gusto por saber o el apetito de aprender. Pero también choca, la curiosidad del niño, con el discurso de los padres, los mayores exponentes del saber. Como puede ser ante el tema de la muerte, la pérdida de un familiar cercano, abuelos, tíos o una mascota. Ante estas situaciones algunos niños preguntan ¿por qué se mueren? ¿Qué quiere decir estar muertos?

El historiador francés Philippe Ariès, en su libro El hombre ante la muerte, trata, entre cosas, esta cuestión y plantea que la muerte se ha transformado en un tema tabú, se la tiende a ocultar a los niños creyendo que de esta forma les ahorrarán el dolor que supone perder a una persona querida y negando lo observable: la expresión cambiada y afectada de los rostros familiares. A veces se le oculta al niño este acontecimiento, y justamente sale por otro lado: retroceden en clase o dejan de controlar esfínteres. Y si no se les oculta el tema aparece endulzado con una explicación que no se la creen ni ellos mismos: la abuela está en el cielo y nos está mirando o se fue a descansar a un lugar lejano. Sin embargo, ese pequeño filósofo, a pesar de las evasivas en las respuestas, establece relaciones y puede llegar a pensar que los adultos o bien tienen miedo de hablar de la muerte o, si dicen la verdad, no saben nada acerca del tema.

Los adultos, como los niños, dedicamos gran parte de nuestra energía psíquica interrogándonos, preguntándonos: ¿por qué será? ¿Por qué será esto o aquello, así, o del otro modo? ¿Por qué es oscura la noche y brillante el día? ¿Cómo recordamos las cosas? Todos nos hacemos estas y otras infinitas preguntas y nos las repetimos, por sabios que lleguemos a ser, durante toda la vida; porque una pregunta engendra otra y por eso, desde que el mundo es mundo, siempre se han preguntado los hombres: ¿por qué será? Intentando encontrar el sentido de nuestras cosas, del funcionamiento del mundo, del amor, de la vida, de la muerte.

Hay que considerar que el niño llega a un mundo en funcionamiento, regido por normas, prohibiciones, en el que cada cosa tiene un nombre que él desconoce completamente. Podemos esperar que las preguntas que formula cuando comienza a hablar intenten paliar el desconocimiento. Otras pueden girar en torno al porqué de las cosas. A medida que vaya conociendo más palabras para nombrar y relacionar las cosas del mundo, la imaginación del niño irá creciendo, al igual que las teorías que construye.

“Del ansia del saber del niño testimonia su incansable preguntar, que tan enigmático parece al adulto mientras no se da cuenta que todas esas preguntas no son sino rodeos en torno a una cuestión central y que no puede tener fin, porque el niño sustituye con ellas una única interrogación que sin embargo no planteará jamás”. Es de esta manera como S. Freud aborda el deseo de saber.

Muchas de la preguntas de los niños no apuntan a ser respondidas de forma inmediata, algunas muestran la imaginación de este ante determinadas cuestiones, otras se dirigen a ver cuál es el límite de los padres en sus respuestas. Escuchamos frecuentemente a padres que relatan el espontáneo desinterés del hijo cuando ellos finalmente se disponen a dar explicaciones solicitadas previamente con insistencia. Es habitual presenciar escenas en las que el niño va acorralando, paso a paso, al adulto que finalmente responde malhumorado con un no sé. Justamente es hacia ese no saber, hacia ese lugar en el que algo no está completo, hacia donde el niño apunta.