Los celos en la pareja


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Desdémona: ¡Celos! ¿Le he dado yo algún motivo?

Emilia: Los celos no se satisfacen con esa respuesta; no necesitan ningún motivo. Los hombres son celosos porque lo son. Los celos son monstruos que nacen y se alimentan de sí mismos.



En la consulta escuchamos a esos sujetos ‘monstruosos’ carcomidos por los celos. Los celos lastiman, se refugian y crecen; pueden llegar a ser abruptos, absurdos, brutales. Amor, odios, celos, dolor, tristeza ¿cómo librarse de estos sentimientos tan frecuentes? Los celos son sentimientos normales y están presentes a lo largo de nuestra vida. Sin embargo,  algunos sujetos dicen no sentir celos y ello se debe, a que han sufrido una fuerte represión que los aparta de la conciencia, pasan a estar en estado inconscientes pero continúan actuando en él. De este modo los celos pueden manifestarse, aparecer en la conciencia de cualquier forma, sin que el sujeto los pueda identificar como tales. Es posible que ante unos celos reprimidos el sujeto discuta con su pareja por una tontería, no es conciente de ellos pero el enfado lo tiene igual y encuentra cualquier nimiedad para justificarse. 

Los celos, dado que forman parte de nuestra cotidianidad, pueden ser el ingrediente adecuado para una relación amorosa, como ‘prueba de amor’. Pero, cuando el amor es invadido por los celos patológicos, el control, la posesividad y el sometimiento van ocupando su lugar provocando un empobrecimiento del sujeto y de la pareja. El otro no es percibido como un sujeto independiente, sino como objeto de propiedad exclusiva.

El celoso no acepta la falta de propiedad del otro, ese amor no-todo, y esa negación lo lleva a revisar bolsillos, teléfono móvil, correo electrónico, facebook, contratan detectives, torturan a su pareja con interrogatorios. Los celos ponen en juego la relación simbiótica con la madre: una pérdida de la unidad con la madre que garantizaba un estado de felicidad sin fisuras, donde uno era todo para el otro. Relación que si persiste en el tiempo conduce a la patología.

Cuando la situación de celos se repite en la vida adulta, el celoso se siente en inferioridad de condiciones, piensa que hay otro que puede ser más satisfactorio para su pareja, que los/as otros/as tienen más recursos para seducir, para amar, para vivir, etc. Coloquialmente se dice que el celoso es «inseguro», «que no tiene confianza en sí mismo«, teme perder el amor del otro. Sin embargo, existe una sobrevaloración del rival: el otro es mucho mejor que él o ella. 

Roland Barthes en ‘Fragmentos de un discurso amoroso’, dice: “El celoso sufre cuatro veces: porque estoy celoso, porque me reprocho estarlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo someter por una nadería. Sufro por ser excluido, por ser agresivo, por ser loco y por ser normal.

¿Cuándo iniciar una psicoterapia?

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No importa lo que la historia ha hecho con el hombre, sino lo que el hombre hace con lo que la historia ha hecho de él”. 
Jean-Paul Sartre


Detrás de toda consulta existe un malestar frente al más de lo mismo. Una psicoterapia es una puerta abierta a un posible cambio vital, es emprender un camino hacia el saber sobre aquello que aqueja, molesta, angustia o paraliza.

En muchas ocasiones, la posibilidad de cambio nos atemoriza, nos hace retroceder y preferimos quedarnos tal cual, con la esperanza de que el tiempo acomode el curso de nuestra vida, eludiendo la responsabilidad por nuestro malestar.

Mudarse a otra ciudad, comenzar una carrera, dedicarse a lo que a uno le gusta, abandonar una pareja, formar una familia son algunas situaciones críticas en donde el sujeto decide avanzar o no transformar nada de su vida ante la inminencia de los cambios vitales.

El decidir por un cambio implica avanzar, a pesar de los temores, las incertidumbres e incluso el dolor que puede traer aparejado esa transformación en la vida de un sujeto. Si decide seguir tal cual como si nada pasara, el sujeto se aferra a lo viejo conocido. La forma de relacionarnos con los cambios, en general, depende de nuestra capacidad para elaborar las pérdidas que los preceden.

En algunos sujetos los cambios son situaciones que representan auténticas catástrofes que prefieren evitar a cualquier precio. Suelen decir: “Aquí no ha pasado nada”, “es el destino”, “no quiero pensar en ello”, “es imposible que cambie”. La negación, la pasividad, la huida y la distorsión de la realidad son algunos de los mecanismos psíquicos que se ponen en juego ante un cambio.

Un cambio implica jugársela, apostar por su propio deseo. Pero para ello es necesario un cambio en la posición como sujeto: pasar de ser pasajero a capitán, dejar de contemplar cómo opera el destino sobre cada uno y convertirse en creador del mismo. Sin embargo, ante el interés por cambiar aparece el disfraz de la impotencia: “no tengo agallas” o “no podré hacerlo”. Este disfraz permite conservar la comodidad de permanecer en el mismo lugar de siempre y no asumir la ruptura de la ilusión de que tenemos una vida “ya hecha”. No podemos dejar de lado una cuestión fundamental para el ser humano: la vida está compuesta por una sucesión de cambios de distinto tenor y la paradoja de la existencia está en “saber perder” para ganar.

La angustia

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En los tiempos que corren la angustia circula como una moneda de cambio. La  hallamos en forma de ansiedad (ante un examen, una entrevista de trabajo o un viaje), con la cara del estrés (laboral, personal y familiar) y bajo la forma de fobias y/o pánico (temor a salir a la calle, estar en lugares abiertos o cerrados). Estos y otros nombres son los que puede adoptar la angustia.

La angustia, se manifieste como sea, es uno de los principales motivos de consulta, es la señal de alarma que conduce a un sujeto a iniciar una psicoterapia. Quizás como última alternativa; Luego de que la medicación no haya hecho el efecto mágico de hacer desaparecer la angustia, malestar o sufrimiento. 

Una de las maneras que tenemos de percibir la angustia, no nos deja indiferentes. Es en las manifestaciones somáticas: sudoración, las palpitaciones o la sensación de ahogo, mareos, etc., donde el sujeto se preocupa. Ante la persistencia de estos síntomas, ante la dificultad de resolverlos, algunos sujetos abren la cuestión hacia lo psíquico.

La angustia es un estado afectivo que tiene un carácter displacentero evidente. Un sujeto angustiado no es un ser emocionado, sino todo lo contrario, está afectado, parece que cargue sobre sus hombros kilos de plomo, sus movimientos y su pensamientos andan lentamente. En la angustia la ilación de pensamiento esta interrumpida, algo quedo interrumpido sin tener noticia de ello, más que por los efectos que pueden aparecer después en el cuerpo. Crisis de ansiedad, ataques de pánico, son formas de presentación de la angustia.

La angustia nos acompaña en infinidad de situaciones: ante un cambio en nuestra vida, cuando damos un paso hacia delante o hacia atrás, cuando emprendemos un proyecto nuevo o cuando nos cuestionamos nuestra relación con nuestros padres o con la pareja, con los compañeros de trabajo o con los amigos. Dependiendo de cada uno en particular, de las cuestiones que nos toquen la angustia aparecerá en un grado mayor o menor. Sin embargo, el ser humano no se lleva muy bien con su presencia y hace todo lo posible para sacársela de encima. Pero claro, hacer algo con la angustia implica un trabajo psíquico. Todo el tiempo que el sujeto intenta huir de una situación de su vida porque hay algo en ella que no soporta. La huida implica no tener que plantearse las cosas y, por lo tanto, no tener que transitar ese camino con angustia. Para no tener que enfrentarse con las problemáticas del amor, del trabajo, de la vida. El sujeto, muchas veces, en vez de transformar su realidad, la niega; pero esto no quiere decir que no le sigan pasando cosas. Por tanto, huir no es una solución, es no aceptar ser humano, no aceptar la mortalidad. La angustia se presenta en el caso como un peligro que el sujeto intenta evitar a cualquier precio.
En la psicoterapia la cura es sin instrucciones, sin indicar ejercicios específicos, el sujeto no tiene que exponerse a esas situaciones angustiantes, sino que a partir de su relato y la escucha del psicoanalista, intentamos poner en juego ese saber que no sabe que posee.

La terapia psicoanalítica: ¿En qué consiste? ¿Para qué sirve?

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Diván utilizado por S. Freud


Desde la consulta de psicoanálisis Barcelona abordamos el sufrimiento y el malestar humano. Entendiendo los síntomas que llevan a consultar como resultado de un  trabajo psíquico inconsciente. Los síntomas son de diversa índole e intensidad, van desde actos o rituales cotidianos que se pueden llegar a convertirse en acciones limitantes; dificultades para relacionarse con otros, para salir de casa, fobias y miedos (racionales o no), tristeza, depresión, ansiedad, angustia

La terapia psicoanalítica es un proceso del que partimos de los síntomas -producto de un trabajo psíquico inconsciente- para construir las causas que lo han determinado. El psicoanálisis es eficaz para aquellos que están dispuestos a analizarse porque sufren y desean saber las causas de ese sufrimiento.
¿De qué se trata un psicoanálisis? Psicoanalista Barcelona
Planteamos el tratamiento psicoanalítico como una cura que se desarrolla durante un tiempo: tiene un principio y un final. Proponemos a la persona que consulta que relate su problemática. La regla fundamental a la que el paciente comunicar todo lo que se le ocurra, desde un principio, lo llamamos asociación libre.

Cuando una persona habla intenta no perder el hilo de lo que está diciendo, puede dejar de lado todas las ocurrencias e ideas que le harían perder el hilo del relato. En cambio, en un psicoanálisis se propone proceder de otro modo, cuando el paciente habla acuden a su pensamiento diversas ideas: tales como ‘esto que digo no tiene nada que ver con lo que estoy contando’, o ‘no tiene importancia’, o ‘es un error’; se anima a la persona a que siga relatando a pesar de esa tendencia a silenciarlo, callarlo o restarle importancia. La regla de la asociación libre implica decir todo lo que acude al pensamiento sin callar algo por más que sea desagradable de decirlo.
Es a través del acto de hablar, de decir -es otra manera de que lo inconsciente se muestre- y de esta manera puede aflorar algo que la persona no se ha propuesto decir y lo sorprenda. Este es un efecto de lo inconsciente, lo llamamos acto fallido, lapsus: tiene un sentido para el que habla y en un análisis se trata de averiguarlo. Al proponer hablar, proponemos charlar pero no de cualquier cosa, no se trata de hablar por hablar, sino de que el sujeto está implicado en lo que está diciendo, que signifique algo, que le afecte. Es parte del proceso analítico que la persona pueda recordar aquello que, por olvidado o por reprimido, es causa de sus síntomas y de su sufrimiento psíquico actual. Freud compara el proceso analítico con el trabajo del escultor. La escultura trabaja, quita de la piedra aquello que recubre una forma preexistente en ella. Así es como trabaja el psicoanálisis, retirando todo lo que enmascara, desvelando una fisonomía oculta. 
Hay pacientes que preparan previamente lo que va a decir en la sesión con el pretexto aprovechar el tiempo. Pero en esta conducta se oculta una resistencia, disfrazada de celoso interés por el análisis. Aunque el sujeto crea sinceramente en su propósito, la resistencia impondrá su intervención en la preparación de la sesión y logrará que el material más valioso se eluda.
Para que el acto analítico acontezca, el psicoanalista Barcelona dirige la cura de modo que en ella se sucedan acontecimientos que produzcan cambios en el discurso del analizante. El analista además de escuchar el relato del paciente, pregunta, guarda silencio, destaca alguna frase, interpreta, puntualiza. En ningún modo el psicoanalista dirige la vida del paciente, en qué decisiones son las que tiene tomar, cómo tiene que vivir o qué pareja le conviene elegir; Tampoco el psicoanalista es un confesor, ni un amigo, ni un juez, su función no es ni perdonar ni comprender, sino la de ofrecer con su escucha un lugar para que el sujeto en análisis pueda proyectar sus conflictos y dificultades para poder reconocerlos, elaborarlos y subjetivarlos. En el trabajo analítico es interesante que se establezca un vínculo afectivo, de confianza entre el analista y el analizante.

El psicoanálisis propone un tratamiento psíquico de las perturbaciones anímicas o corporales desde el alma, utilizando recursos que de manera primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del sujeto: la palabra. Las palabras son el instrumento esencial del tratamiento anímico. Para algunos puede resultarles difícil concebir que unas perturbaciones patológicas del cuerpo y del alma puedan eliminarse mediante palabras, interpretaciones que hace el analista. Escuchamos lapsus, sueños, chistes, palabras que se repiten e insisten para ser interpretadas. La interpretación no es ninguna explicación racionalista sobre lo “que le pasa al paciente”, sino que tiene que ver más con una producción de sentido, una vez que se interpreta lo que se produce es otra cosa, el sujeto se moviliza, queda afectado, habla de otra cosa o de la misma pero con otra lectura.

Bienvenidos a la web de Anabel López Psicóloga y Psicoanalista en Barcelona

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Ofrecemos Tratamiento psicoanalítico con el propósito de hacer llegar la eficacia del psicoanálisis a aquellos que se encuentren en un estado de sufrimiento o malestar psíquico.

Asistimos a una época en donde prima la inmediatez, el éxito y la felicidad; estas exigencias sociales generan ‘ideales’ difíciles de satisfacer. Es aquí donde el malestar se hace presente y pueden llevar a una persona a iniciar una terapia psicoanalítica. Son variados los motivos de consulta:
·    Depresión
·    Ansiedad
·    Miedos
·    Problemas en el ámbito laboral
·    Celos
·    Angustia
·    Tristeza
·    Obsesiones
·    Trastornos en la alimentación y en el sueño
·    Dificultades en el aprendizaje, en la concentración y la atención
·    Inhibición en el aprendizaje
·    Agresividad
·    Dificultades en la relación con los otros (padres, profesores, compañeros)

En la terapia psicoanalítica la palabra tiene un lugar privilegiado: aquello que una persona puede explicar acerca de su malestar personal: las dificultades relación con los otros (pareja, hijos, jefe…), las pérdidas significativas, el sentimiento de culpa, el amor, la tristeza. Partimos de una ética del deseo que contribuye a que una persona se pueda encontrar con aquello que lo singulariza.

El tratamiento psicoanalítico se sostiene en el abordaje de los motivos que generan el malestar con la meta de producir un cambio de posición subjetiva: construir un nuevo camino que permita encontrar respuestas de forma menos dolorosa.

La infancia no siempre esa época idealizada por los adultos, en ciertos momentos puede presentarse dificultades y sufrimientos.

Estos pueden aparecer a cualquier edad, a veces a corta edad. Cada caso demanda una intervención terapéutica particular: escuchar a los niños, a través de producciones gráficas y el juego; así como también, orientar a los padres y a los tutores.
La adolescencia es una época de cambios, transformaciones marcadas por la incertidumbre. Realizamos tratamientos para los jóvenes y entrevistas de orientación a los padres y educadores.


También encontrarás artículos sobre temas de la vida cotidiana desde una visión psicoanalítica y algunos reportajes publicados en revistas, periódicos, y entrevistas en radios de Barcelona.

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Puedes consultarnos por correo electrónico:

info@psicoanalisisbcn.com o por teléfono al 93 580 83 24.

¿Primera vez a terapia? Lo que tienes que saber antes de empezar


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La atención psicológica ayuda en la vida emocional y afectiva, muchas veces, es necesaria a la hora de resolver distintos problemas que enfrentan adultos, adolescentes y niños en un momento de su vida. El primer paso es reconocer que la persona no puede resolver -sin ayuda especializada- una situación que le produce angustia, malestar como puede ser un duelo, una separación, dificultad con los otros, ataques de pánico, fobias, etc.
Existe una amplia diversidad de terapias. Nosotros estamos formados en la terapia de orientación psicoanalítica.

¿Cómo encontrar un psicoterapeuta en Barcelona?
En principio, cuando una persona quiere iniciar un trabajo psicológico le consulta a sus amigos, familiares y allegados que sí estén haciendo terapia para que se los recomiende o bien que les pidan a su analista que les recomiende otro profesional. Dada la dificultad para tomar la decisión de iniciar terapia, pedir una recomendación es un punto de partida deseado para el establecimiento de un primer vínculo con la terapia.

El tema económico es un tema importante a tratar en la primera entrevista. No siempre es un obstáculo para iniciar una terapia, por ello es importante tratarlo directamente con el psicoanalista. ‘Barato’, ‘Caro’ pueden relacionarse con cuestiones subjetivas, hay que situar dónde ubica el deseo para resolver su malestar.

¿Cómo elegir un psicoterapeuta en Barcelona?
Si se consulta a un psicoanalista en Barcelona, no recomendado por una persona de confianza, es aconsejable que pueda acceder al recorrido profesional, especialización, y  formación del analista. Si desea saber más sobre mi formación: cliqueé aquí.

Comprobar que es un psicólogo graduado y colegiado


A pesar de parecer una obviedad, es necesario comprobar que el profesional elegido sea graduado y este colegiado en el Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya. Hay mucho intrusismo en este campo, es recomendable elegir un psicoanalista psicólogo que cuente con el respaldo del Colegio de psicólogos que habilitan a la atención terapéutica.